Mientras la crisis diluye la primavera árabe, en Libia nadie cumple el papel que se nos dijo y Occidente ha dejado manos libres a los dictadores de Bahrein y Siria.
Creo que, una vez más, estamos mirando hacia otro lado frente a situaciones que son vitales para el mundo. Estoy pensando en los silenciosos enjuagues que propician la ‘vuelta al redil’ de Egipto y Túnez, donde la táctica de dominación en parte está resultando sencilla: dejar caer todo el peso de la crisis sobre economías débiles y saqueadas por los dictadores caídos puede resultar suficiente para enfriar la voluntad popular de cambio. Estoy pensando en Libia. Leo un despacho que viene de la ensangrentada Sirte que transcribe palabras de un colaborador de la Cruz Roja Internacional: “Varios cohetes alcanzaron el interior del hospital (…) …muchos de los heridos no podían llegar siquiera hasta ese recinto a causa de las refriegas y los bombardeos de la OTAN (…) …decenas de heridos corrían riesgo de muerte ante la falta de oxígeno y carburante para echar a andar los generadores, única fuente de electricidad de Sirte”. Abu Hadi, villorrio cercano a Sirte, resultaba un objetivo vital para los rebeldes porque está poblado, según cuentan los corresponsales, “en su mayoría por miembros de la tribu de Gadafi”.
Hay muchas cosas que no encajan con el papel que se supone que cada uno debe cumplir. Los bombardeos de la OTAN, que estaban destinados a proteger vidas civiles, aparecen impidiendo que los heridos lleguen al hospital. Los rebeldes, que son los ‘buenos’ de la película, llegaron a matar a tiros a alguno de sus propios ‘generales’ por diferencias de criterios y en el teletipo del sábado eran los que cortaban el paso al hospital a los heridos.
Y Gadafi no parece depender de grupos feroces de mercenarios (¿quién les pagaría a estas alturas?): la gente de su tribu sigue oponiendo una resistencia desesperada al avance rebelde, cuando ya nadie puede decir que el dictador fusila a los que retroceden. Nadie es exactamente lo que se había anunciado. La OTAN, como tantos nos temíamos, no fue a proteger civiles sino a reforzar al rebelde Consejo Nacional de Transición (CNT) que, sin ayuda de las grandes potencias parece muy dudoso que hubiera podido imponerse. Nada que ver, por tanto, con Túnez y Egipto, donde grandes manifestaciones pacíficas presionaron sin fisuras hasta lograr que los dictadores cayeran.
Pero hay, sí, un lugar donde la gente está saliendo a las calles abrumadoramente y el poder es capaz de movilizar tanques y aviones contra su propio pueblo: Siria. Ahora han surgido incluso grupos armados, los Comités de Coordinación Local, a los que se apuntan soldados desertores del ejército. Bashar Asad, el dictador sirio, envió al ejército contra ellos, que habían ocupado Al Rastan. Naturalmente –Estados Unidos ha hecho escuela- Asad acusa a sus enemigos de ‘terroristas’. En Siria, como en Bahrein, los pueblos se han levantado masivamente, sin dejar margen de dudas: movimientos mucho más parecidos a los de Túnez y Egipto que en el caso de Libia. Pero ya se ha cerrado la espita de dejar surgir proyectos democráticos: el poder, el poder imperial, el poder planetario, parece saturado de este tipo de exigencias. Primero habrá que sujetar, como se está intentando, a las masas desbordadas de Egipto y Túnez.
Pero es que los procesos democratizadores, particularmente el de Egipto, han desequilibrado la situación en Palestina, ese lugar del mundo que perdió su nombre (ahora es un ‘Cercano Oriente’… ¿cercano de quien?) al mismo tiempo que los palestinos perdieron sus tierras. Alimentando el sueño imposible del ‘Gran Israel’, con ese espíritu belicoso que no los abandonó nunca, los israelíes perdieron décadas enteras propicias para firmar una paz duradera, cuando el 90% de sus fronteras estaban en manos de gobiernos negociadores. Ahora, la vital frontera sur, la de Egipto, no está tan claramente garantizada. Y la del noreste, con Siria, donde hay una tierra de nadie que separa a los dos viejos enemigos… ¿no seguirá siendo pacífica como precio de que Occidente deje al tirano sirio masacrar a su pueblo a cambio de no inquietar al Estado judío?
Lo que se está viendo en Libia puede verse a escala mundial: nadie cumple el papel que dice cumplir. Pero las mentiras van quedando a la vista. Y a medida que se descubren, el tópico del ‘tupido velo’, ya desvelado en realidad, se va convirtiendo en un ‘estúpido velo’.